martes, 11 de junio de 2013

Lo que la Biblia enseña acerca del cuidado de nuestros padres





Las generaciones actuales enfrentan enormes desafíos en cuanto a mantener intacto el hogar, atender las necesidades de los hijos y cuidar de padres ancianos en medio de la alocada vida moderna. Entre éstos, la relación con los padres a veces sufre desproporcionalmente. Hijos y padres a menudo viven lejos, se comunican poco y llega el momento cuando lo único que los une son los recuerdos de la niñez y la herencia. En los próximos párrafos buscamos inspiración en la Palabra de Dios para sostener y mejorar esta relación tan importante.

Jesús entendía perfectamente el significado de “honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20:12). Él mismo inmortalizó en la cruz su solicitud por María, su madre, al pedirle al joven discípulo Juan que se encargase de ella. Pero, ¿qué significa honrar a nuestros padres en nuestros días? Ayuda saber que en el idioma hebreo, la lengua original de este mandamiento, “honrar” (Kabad) a nuestros padres es reconocer que son personas de peso, personas enriquecidas de valor, personas de importancia.

En el Antiguo Testamento, honrar a los padres se consideraba algo tan sagrado y solemne como la observancia misma del santo sábado. Levítico 19:3 confirma: “Cada uno temerá a su madre y a su padre, y mis días de reposo guardaréis. Yo Jehová vuestro Dios”. Así lo entendió y practicó el rey Salomón, quien al recibir la visita de su madre en el palacio “se inclinó ante ella” y la hizo sentar a la diestra de su trono (1 Reyes 2:19). Con mucha razón entonces escribió más tarde: “¡haz, pues, que tu padre y tu madre se sientan felices y orgullosos!” (Proverbios 23:25, DHH). Para el sabio, no hay edad en la que los padres no sean objeto de honra. En Proverbios 23:22 instruyó: “cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies”. Despreciar es cortar de tajo; en cambio, menospreciar es herir por partes. En cualquiera de los casos es despojarlos del valor que Dios les concedió. Despreciar es lo opuesto de “honrar”. Toda deshonra a los padres, según el pasaje del Antiguo Testamento, hace “maldito” al hijo que lo comete (Deuteronomio 27:16).

Toda maldad hecha contra los padres, es denigrante para el hijo que la practica. Advierte el verso bíblico: “El que roba a su padre o a su madre, e insiste en que no ha pecado, amigo es de gente perversa” (Proverbios 28:24. NVI).

Jesús explica cómo honrar a los padres
Antes que Jesús usara la cruz como su último púlpito para respaldar la honra a los padres, ya había dedicado su atención a explicar este quinto mandamiento del Decálogo (S. Mateo 15:4-6). Es uno de los mandamiento que recibieron una explicación más detallada en las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Veamos los principios que contienen éste y otros pasajes de la Biblia:

1.Honrar a padre y a madre significa obedercerles 
La orden de obedecer a los padres es tan antigua como la paternidad. El apóstol Pablo aconsejó a los “hijos” en Éfeso: “obedeced en el Señor a vuestros padres” (Efesios 6:1). Es interesante notar que en el idioma griego, la lengua usada originalmente en este pasaje, la palabra “obedeced” (en griego hupakouo), significa “escuchar”. Ésta palabra se usaba para describir al portero que se aproxima a la puerta para escuchar cuidadosamente quién toca, y se refiere también a la capacidad para seguir estrictas instrucciones como las órdenes militares.

En general, la voluntad de los padres debiera ser ley para los hijos. Una obediencia tal pareciera una obediencia absoluta. Más aun si recordamos lo que el apóstol Pablo escribió a los creyentes en Colosa; que la obediencia de los hijos a los padres debe ser “en todo” (Colosenses 3:20). Felizmente, Efesios 6:1 contiene una aclaración: La obediencia de los hijos a los padres está limitada a lo que es “en el Señor”. En otras palabras, ningún hijo está en la obligación de obedecer a sus padres cuando lo que se le pide va en contra de lo que Dios, “el Señor”, nos dice en su Palabra. En tales circunstancias, vale reconocer que es “necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). Nuestra lealtad a Dios, nuestro Padre celestial, está por encima de nuestra lealtad a los padres terrenales y por encima de cualquier vínculo humano. 

Pero el pasaje en Efesios 6:1, ahora la segunda parte, aclara la razón de la obediencia: “porque esto es justo”. Los padres tienen el derecho de mandar a sus hijos, y los hijos la obligación de someterse a la voz de sus padres porque, por ley natural, nosotros tenemos una vida derivada de nuestros padres. Es justo y razonable entonces que les retribuyamos con la obediencia. La obediencia de hijos a padres es una expresión de equidad natural.

2.Honrar a padre y a madre significa respetarlos 
Pero honrar a “padre y a madre” es algo más que seguir instrucciones, es respetarlos a ellos primeramente como personas. El lenguaje que usamos, los gestos, el trato que les damos cuando fallan y se equivocan, todo debe estar saturado de total respeto. Sencillamente, no debemos ofender a nuestros padres bajo ninguna circunstancia. Cuando explicó este mandamiento, Jesús dijo: “Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente” (S. Mateo 15:4). Esto quiere decir que no darles a los padres el respeto debido es un asunto sumamente delicado. El sabio advirtió: “Al que maldice a su padre o a su madre, se le apagará su lámpara en oscuridad tenebrosa” (Proverbios 20:20).

Maldecir incluye toda forma de irrespeto: desde zaherirles hasta mentirles, desde denigrarles hasta gritarles. Dios nos pide que nuestra relación con los padres esté regida por el respeto. Por ejemplo, respeta a sus padres el hijo que no se avergüenza de ellos porque carecen de preparación académica. Los respeta la hija que no se ríe de sus padres cuando, por el efecto de los años, ellos han perdido sus destrezas físicas y mentales que se gastaron mientras, muy seguramente, hacían posible una vida mejor para sus hijos. 

3.Honrar a padre y a madre significa cuidarlos 
Honrar a padre y a madre es algo más que portarse bien para que nunca les llegue ningún mal reporte de nuestra conducta. Jesús abordó a los religiosos de sus días quienes, al parecer, les decían a sus padres que la ayuda que ellos les daban era a la vez su ofrenda a Dios (S. Mateo 15:5). Inmediatamente Jesús les puntualizó que eso era deshonrar a sus padres (vers. 6). 

Además de tratar con buenas palabras a nuestros padres y de obedecerlos, hace falta ir a lo práctico, al tema de su sostén material, particularmente en su tercera edad. El apóstol Pablo escribió: “Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, ellos deben ser los primeros en ayudarla en todas sus necesidades, así como ella antes los cuidó y ayudó” (1 Timoteo 5:4).3 Pablo invoca aquí el argumento de la remuneración para recordarnos a los hijos que nuestros padres ya nos pagaron por adelantado lo que nosotros debemos hacer hoy por ellos. 

El Antiguo Testamento nos habla de lo que José hizo con su anciano padre al mandarlo a traer a Egipto para hacerlo “habitar” y darle en “posesión... lo mejor de la tierra” y cuidar de él asegurándole su “pan” (Génesis 47:11, 12). No olvidemos que la vida da vueltas, y que los que hoy sólo somos hijos, después seremos padres. Tales de Mileto dijo: “El bien que hicieres a tus padres, espéralo de tus hijos”.

Mientras reflexionamos sobre este mandato de la ley de Dios, el primer mandamiento con promesa (Éxodo 20:12; Efesios 6:2), ascendamos la cuesta del Calvario con nuestros padres en mente. Y al llegar frente a las tres cruces, contemplemos y admiremos a Jesús, quien, aunque rodeado de negras penumbras, iluminó el futuro de su madre poniéndola bajo el cuidado del discípulo amado. E inspirados por este santo ejemplo, descendamos en búsqueda de nuestros padres y, con la ayuda de Dios, decidamos ser hijos e hijas amantes, como lo fue Jesús. 


sábado, 8 de junio de 2013

El sueño de Dios...¡tu familia!



El sueño de Dios es que las FAMILIAS vivan unidas en amor y para siempre. 
Cuando Dios creó al hombre y la mujer  a su imagen y semejanza y les dio la capacidad de reproducirse en la misma especie, estableció claramente su propósito: EL quería tener una familia, una gran familia alrededor de todo el mundo. Todo lo creado esta en función de este sueño de Dios. 
Gen 1:27-28: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Los bendijo Dios y les dijo: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y todas las bestias que se mueven sobre la tierra". 
Toda familia se fundamenta en el matrimonio de un hombre y una mujer, y comienza con un sueño: amar y ser amado, vivir una vida juntos, trabajar, tener hijos, disfrutar de todas las cosas buenas de la vida, enfrentar las circunstancias de la vida juntos y terminar viejitos amándose y felices. 
Este es el sueño de Dios y es también el sueño de las parejas al comenzar la relación. Pero lamentablemente  através de la vida, este sueño enfrenta muchos obstáculos y muchos se desaniman, no saben cómo superar los obstáculos, y pierden el sueño; y se dan por vencidos en algún momento de la vida del matrimonio. La principal razón por la que se dan por vencidos y abandonan el sueño que un día los unió, es porque no saben como manejar los conflictos, y no buscan ayuda adecuada a tiempo, sobre todo en Dios. 
Como es un sueño primeramente de Dios, EL estableció las reglas sobre las cuales debe funcionar. Y quienes siguen las instrucciones de Dios, alcanzan un matrimonio saludable y una familia estable y feliz. Es una rebeldía tratar de manejar el matrimonio a la manera de cada quién. Dios ya dejó escrito lo que funciona y cómo funciona. EL nos diseñó y EL sabe perfectamente como funcionamos. Por lo tanto si queremos que nuestros matrimonios funcionen, ¡tenemos que hacerlo a la manera de Dios! 
Como todo sueño, para que se haga realidad, debe de tener una Visión y una Misión. La Visión la aporta Dios como diseñador y creador de la raza humana; y la misión la desarrollamos cada pareja, siguiendo la visión de Dios y con una importante cuota de Trabajo, Esfuerzo, Capacitación y una actitud sabia y correcta. 
Todo sueño pasa pruebas. Tenemos que entender que esto es normal; y que en los tiempos de pruebas es cuando más debemos unirnos los esposos, orando juntos, asistiendo a la Iglesia regularmente, buscando la ayuda correcta en el momento oportuno. 
La familia fue diseñada por Dios para crear un ambiente de protección a las nuevas generaciones y para reproducir la vida de Jesucristo por medio de las vivencias del diario vivir. 
Nunca permitas que nada ni nadie te robe tu más preciado sueño: tener una familia saludable. No permitas que el orgullo y el egoísmo te roben el sueño de disfrutar de una familia estable. Nunca permitas que el enojo y el resentimiento destruyan tu sueño más preciado. ¡No dejes que el pasado destruya este sueño familiar! Dejen atrás los errores cometidos y avancen a una nueva vida.